martes, 8 de abril de 2014

Un proyecto memorable


Llevaba tiempo queriéndolo intentar, pero mi terror al fracaso o al ridículo ante alumnos, padres, profes… me superaba. Por fin lo hice: tendremos un huerto escolar. Primero haremos un semillero. Cada uno elegirá una planta concreta. Sacará lo mejor de su planta: porte, usos, hábitos, la cuidará, la mimará… y esperará sus frutos: como la función docente.
Y estuvimos esperando. Las zanahorias las más madrugadoras. Los calabacines, grandes desde el principio, el perejil también se anima. Más rezagados los canónigos. La menta y la guindilla empiezan a desesperarnos. Los pensamientos, chiquitines, asoman con miedo. Ahora hay que preparar el terreno, trasplante, riegos… ya veremos qué necesita cada una, no podemos anticiparnos.
¿Aprenderé algo? A no tener miedo a innovar, a no controlar todos los elementos del aula, a tener esperanza e ilusión, más en el proceso que en el resultado, a no perder los nervios y a mimar a los más rezagados: todos progresan y dan sus frutos, pero no los mismos frutos. ¿Y los alumnos? a tener paciencia, a ser autónomos y curiosos, a investigar sobre lo que me guste o me inquieta.
¿Cuál será el fruto de este proyecto? Conocimiento, valores, y seguro que una experiencia memorable.

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